¿Somos - los buenos- periodistas buenos comunicadores? ¿Qué clase de comunicación empleamos? ¿es asertiva? ¿es agresiva? o, por el contrario, ¿es pasiva?
La comunicación asertiva es el punto
de encuentro entre una comunicación pasiva y una comunicación
agresiva, es decir el equilibrio entre dos extremos. Se entiende por
tanto por asertividad como una aptitud a la hora de hacernos
comunicar con los demás que nos rodean, trasmitiendo nuestra manera
de pensar, nuestras necesidades, sentimientos y emociones, con la
habilidad y los recursos suficientes como para no molestar a la
persona o personas que están recibiendo la información que estamos
emitiendo. Por tanto, podríamos decir que la persona asertiva es
aquella que emplea la asertividad en su modo de comunicarse, o lo que
es lo mismo, que su comunicación es respetuosa tanto para los demás
como para sí mismo.
Por tanto, entendemos como
comunicación pasiva como aquella en la que el sujeto emisor no
expresa ni sus opiniones ni maneras de pensar, sino que suele estar
de acuerdo con los otros incluso cunado éstos piensen algo diferente
a su propia manera de pensar. Finalmente, la comunicación agresiva
es aquella en la que se expresan opiniones y maneras de pensar de
manera adversa y hostil. El sujeto que se comunica de manera agresiva
trata de poner sus pensamientos por encima de todo, sin importarle lo
más mínimo lo que piensen los demás, rechazando toda forma de
pensar diferente a suya propia.
Para ejemplificar estos tres tipos de
comunicación he creado tres personajes ficticios, cada uno
representará un tipo de comunicación. Explicaré cómo son y lo que
les ha llevado a comunicarse de esta manera. En los tres casos, y
dado que estamos estudiando periodismo, los tres personajes serán
periodistas en activo.
En primer lugar tenenos a Laura López,
tiene 34 años y estudió periodismo en Barcelona pero nada más
acabar la carrera se vino a Madrid donde estudio un máster en
periodismo deportivo. Cuando todavía seguía estudiando recibió una
oferta de un importante y longevo programa de fútbol para trabajar
como reportera. Aunque el fútbol no era su deporte preferido, no se
lo dudó ni un momento y cogió el puesto. Desde el principio su
marera de comunicar cautivó tanto a sus compañero como al publico.
Entre sus dotes como comunicadora destacaba su manera de mirar al
entrevistado, con buen contacto visual. Además, comentaba los
titulares del día con las expresiones adecuadas para trasmitir el
mensaje idóneo. Su manera de hablar era relajada y con una postura
abierta al diálogo. Se mostraba de los más participativa cuando
tenía que intervenir en los debates del programa, teniendo en cuenta
sus opiniones pero respetando siempre el punto de vista de los demás.
Nunca era ofensiva, pero siempre desde el respeto, era directa y
concisa. Nunca se consideró más que sus compañeros, incluso cunado
se le ofreció co-presentar el programa tras la baja de uno de los
locutores principales. Por todos estos motivos, por su excelente
capacidad como comunicadora y tras más de diez años trabajando en
el programa como reportera y contertulia, al darse la baja del
locutor principal y debido a que su experiencia como sustituta fue
todo un éxito, la emisora le ofreció el puesto del locutora
principal, Todo un ejemplo de que una comunicación asertiva es la
clave de todo buen comunicador.
Manuel Sánchez fue un excelente
estudiante, estudió un grado doble de Periodismo y Comunicación
Audiovisual. Más tarde cursó un máster en periodismo de radio y
televisión para, finalmente, iniciar su andadura como periodista. A
pesar de estar muy preparado, Manuel siempre tuvo un carácter
difícil, ya en la facultad tuvo grandes enfrentamientos tanto con
compañeros como profesores. Su punto de vista para cualquier debate
era altivo, agresivo, ofensivo. Tras años buscando trabajo como
periodista en los que tuvo que realizar otro tipo de trabajos, sólo
consiguió algún oferta temporal, trabajos en los que su manera de
comunicarse le jugaron malas pasadas con compañeros e incluso con
sus jefes. Y es que Manuel siempre hablaba por encima de los demás,
se creía superior, su preparación le avalaba, siempre sacó notas
muy buenas pero nunca supo aplicar estos conocimientos a la práctica.
Su tono de voz siempre era tan alto como arrogante; su manera de
mirar a los demás era intimidante, del mismo modo que intimidaba a
los demás con sus expresiones y forma de comunicar. Sus posturas
eran siempre rígidas, era muy difícil hacerle cambiar de opinión
ni si quiera cuando claramente sabía que no tenía la rezón. Era
capaz de invadir el espacio interpersonal a la hora de hablar,
desafiando siempre a su interlocutor. Finalmente, tras años dando
tumbos Manuel, a los 45 años de edad, consiguió un trabajo en una
academia como profesor de un cursillo para locutores de radio y
televisión. El puesto le venía al pelo ya que sus pupilos
simplemente se dedicaban a escucharle, nadie le interrumpía por
miedo, se sabia de su carácter agresivo, aunque en el fondo se había
preparado mucho para ser un gran comunicador, nunca llegó a serlo.
Fernando Sánchez es un periodista de
éxito con más de 40 años de experiencia profesional. El mayor hito
de su carrera había sido el de presentar el magazín matinal de la
primera cadena de la televisión pública durante años. Un programa
en el que su manera de comunicar cautivó a la audiencia durante
años. En el programa moderó debates, expresó su opinión en temas
controvertidos y supo mediar y moderar temas y opiniones de lo más
dispares. Fernando brillaba y su comunicación era excelente pero
tras años de éxito la cadena decidió relevarle, la querían dar un
aire fresco a las mañanas y se sustituyó a todos los que aparecían
en imagen. Finalmente, le dieron un puesto en un debate semanal en el
canal 24 horas del ente público, un espacio donde su comunicación
pasiva fue su carta de salida para que la empresa que le dio trabajo
durante años decidiera despedirle de manera definitiva. Su carácter
en los debates no era el mismo que cuando presentaba las mañanas,
parecía que tenía miedo a hablar, su voz se tornó suave, se le
veía dócil y manejable por los contertulios invitados. Evitaba
siempre mirar a los participantes a los ojos, lo cual daba la
sensación de desdén, expresando pocas, por no decir ninguna,
opiniones personales. A veces, hasta se mostraba de acuerdo sobre
comentarios contrarios a su manera de ver las cosas, incluso dando la
razón a pensamientos de lo más rancios y carcas. Así pues, Manuel
a sus 65 años y viendo que sus dotes de comunicador le fallaban,
aceptó el despido resignado, esperando que la gente le recordara por
su labor como gran comunicador, a pesar de que su última etapa en
televisión había sido muy pasiva y poco asertiva.