Portal de moda y estilo de vida para hombres con clase

Disfunción narcotizante: Realidad detrás del show

Ismael Beiro. Foto: La factoría del Show Online

Para mí, uno de los ejemplos actuales más rotundos y contundentes sobre la narcotización que pueden llegar a producir los medios de comunicación de masas es el que producen los reality shows (o programas de telerrealidad, en un principio sin guión, pero claramente 'escaletizados'). Este tipo de programas no sólo actúan como narcóticos sino que, además, alinean los pensamientos de sus millones de seguidores. Intentan, y muchas veces los consiguen, lavar el cerebro de la audiencia, siendo ésta un público que participa de un espectaculo que va más allá del mero entretenimiento, uno de los pilares principales de la televisión actual ya que es lo que más dinero genera. Claramente, el fenómeno de los realities es un subgénero del entretenimiento que tiene sus propias particularidades, ya que si bien otro tipo de programas de esta índole nos pueden aportar cultura a la vez que entretenimiento, por ejemplo un programa musical (escasos en la actualidad), un reality, por su parte, nos puede aportar desasosiego, enfado o, por qué no decirlo, también risas, pero desde un punto de vista que puede llegar a ser hasta obsceno. 

Sin lugar a dudas, en ese momento, había nacido un monstruo

El fenómeno de los realities en España comenzó en el año 2000 y vino de la mano del primer Gran Hermano. Un concurso que se nos vendió como un “experimento sociológico” aunque, en realidad, se basaba simplemente en ver cómo convivían un grupo de desconocidos con sus idas y venidas. La final de este GH 1 llegó a rozar el 70% de share o cuota de pantalla y superó los 10 millones de espectadores. Sin lugar a dudas, en ese momento, había nacido un monstruo. Este formato sentaría las bases de los hoy son este tipo de programas que, efectivamente, llegan a entretener pero al mismo tiempo nos narcotizan.
Con los años, el fenómeno de los realities se ha asentado tanto que ya forman parte de nuestro día a día, de hecho para empresas como Mediaset se han convertido en su programa matriz, del cual se extraen contenidos que nutren a la mayoría de los programa de la casa, desde la mañana a la noche. Estamos hablando del caso de Telecinco cuya parrilla está prácticamente planteada en función de lo que pasa en el reality en emisión del momento. Pero, además, su cadena filial Divinity también se alimenta en gran parte de su programación por dicho programa de telerrealidad. Es decir, se ha configurado una manera narcótica de hacer televisión dentro de un grupo de televisión como base principal de una programación. El caso de Telecinco no el único en España, y es que muchas cadenas de la TDT, como TEN o Dkiss, se basan mayoritariamente en la emisión de realities extranjeros que han triunfado en su país de origen, principalmente en EEUU o Inglaterra, y que se pasan doblados al castellano. Es decir, han hecho una vez más, del reality su principal baza de programación. 
Los responsables de estos programas producidos por medios de comunicación de masas en muchas ocasiones no son conscientes  - o sí lo son, pero se lavan las manos - de los estragos que pueden producir en la sociedad, ya que muchos seguidores de estos formatos pueden repetir patrones de comportamientos poco éticos que han visto en este tipo de shows. En este ejemplo, claramente, se trata de una disfunción que aporta desequilibrio al sistema social. Tanto Merton como Lazarsfeld atribuían a los medios de comunicación de masas la imposición de normas sociales algo que traído a la actualidad y al tema de los realities puede ser cuando menos controvertido. Además, el hecho de estar enganchados a este tipo de programas implica tener menos tiempo para la acción organizada, como bien apuntaban dichos sociólogos. Es decir, que este fenómeno de narcosis producido por este tipo de telerrealidad sirve como un intensificador de la pereza social
El término narcótico comprende gran variedad de drogas, así que, para terminar mi exposición, me quedo con esta frase de Laura Maestro para la revista Glamour en la que explica por qué estamos enganchados, y en este caso también narcotizados, a este tipo de shows: “bien sea por vivir otras realidades o por satisfacer ciertas necesidades voyeuristas, los realities son pura droga”.

Respuestas a compañeros:

Hola Jesús, estoy muy de acuerdo con el concepto 'disfunción narcotizante voluntaria' del que hablas. Y es que, en muchas ocasiones nos narcotizan porque queremos ser narcotizados. Queremos evadirnos de realidad, queremos dejarnos llevar, queremos por momentos olvidarnos de nuestros propios problemas de día a día y ver como, en el fondo - y viendo lo que se ve en los informativos - no estamos tan mal como parece. Nos tragamos lo que nos ponen en la tele por pereza o desidia y, como bien dices, lo hacemos de manera totalmente voluntaria. Y es que, hoy día, las posibilidades de entretenerse, una de las funciones principales atribuidas a los medios de comunicación de masas, son casi infinitas. 
Saludos!
Hola Diego, en la línea de lo que apuntas con programas como Sálvame, yo he centrado mi exposición en la narcotización que, en el caso del que yo hablo, producen los reality shows. Me parece muy interesante que hayas abierto el melón de este programa en concreto ya que ha supuesto un fenómeno revolucionario dentro de la televisión convirtiendo en sus colaboradores no sólo en sus propias fuentes de información sino, además, en los propios protagonistas de muchas o casi todas las noticias que tratan. Es decir, han hecho de su programa un reality en sí mismo, donde ellos mismos son los propios protagonistas del juego. Le han dado la vuelta a la tortilla y si antes la celebridad era la noticia, ahora el periodista, pseudoperiodista, colaborador o tertuliano es el flanco de todas críticas y la diana donde van a parar los dardos, entendidos éstos por las críticas que se lanzan los unos a los otros. Sálvame se ha convertido en un programa - en palabras de Gus Hernández para 20 minutos - basado en el "canibalismo endogámico". Sin lugar a dudas, una nueva forma de hacer televisión que narcotiza al mismo tiempo que engancha ya que, como bien apuntas, hay quien planifica su vida a merced de las cuatro horas de duración del citado show, durante las cuales no hacen otra cosa que entretenerse de manera apática durante más de 240 minutos.
Saludos!